Hoy cumplo 50. Un día muy emotivo para mí y también de reflexión. Muchísimas gracias por las felicitaciones de cumpleaños. Es muy bonito sentirse querida y recibir buenos deseos de tantas personas.
También es un día especial para parar, respirar, ser consciente y apreciar lo que me ha traído hasta aquí. 50 años muy bien vividos, llenos de experiencias, personas y momentos increíbles.
La vida va de eso: personas y momentos especiales que dejan huella y hacen que seamos quienes somos. Reflexionando sobre estos 50 años, me encantaría compartir algunas reflexiones y aprendizaje.
Aprendí desde muy pronto a valorar a las personas y a conectar, no solo gracias a las que me habéis acompañado estos años sino también por aquellas que perdí siendo muy joven y que me acompañan desde el corazón. Gracias a ellas aprendí a no perder la ocasión de decir “te quiero” sin temor ni vergüenza y a decir “me importas” porque, a veces, no tenemos otra oportunidad de decir aquello que se quedó sin decir, sobre todo si es algo que nace del corazón.
He aprendido a hablar, a abrirme, a compartir, sobre todo las cosas positivas y que aportan. Y a pensarlo dos veces antes de decir las que hieren. A responsabilizarme de mis palabras y también de mis silencios. A no claudicar y también a encontrar la forma más amable de decir aquello que necesito decir, aunque a veces me cueste.
Más recientemente estoy aprendiendo a dejar espacio para lo que me aporta y a soltar aquello que me lastra: expectativas, exigencias, sobre todo las propias, planes, ideas preconcebidas, “lo que toca”, lo que “debería” ser o hacer, etc. Respirar, soltar y volver a respirar más ligera.
A quitar el piloto automático y buscar mi propio camino. A los 20 años mi energía estaba en trabajar. Mucho. A los 30, en casarme. A los 40, en la maternidad. ¿Y a los 50? A los 50, lo que me pide el cuerpo es “soltar y aflojar”. Soltar lo que me sobra para dejar espacio a lo relevante.
Al hacerlo conecto con una sensación de paz que trae la aceptación de lo que “es”, la mirada compasiva hacia lo de afuera y, casi más importante, hacia adentro. Y entender que la paz simplemente sucede, no necesito buscarla.
¿Qué suelto? ¿Qué dejo atrás? Nada brusco. Es un proceso sutil, paulatino y progresivo, no siempre lineal y, en mi caso, no siempre fácil porque soltar da vértigo y hace que me sienta vulnerable. Siento que es un proceso que me lleva hacia mí, hacia adentro. Si me despojo de identidades, creencias, expectativas y otros lastres, ¿qué queda? Ahí es donde me toca abrazar mi propia vulnerabilidad y el no saber.
Miro atrás y veo que, durante mucho tiempo, me he reprochado a mí misma muchas cosas. Lo que “debería” haber hecho, sido o visto venir. Me he reprochado mucho, por ejemplo, ser “demasiado confiada”. Ahora entiendo que no puedo ser confiada y desconfiada a la vez y, aunque a veces pueda sentirme más expuesta, elijo confiar. Dejo atrás los “autorreproches” por los momentos en los que confié y me sentí defraudada. También intento dejar atrás las expectativas para aceptar y dejar espacio a “lo que es”. Y, de esta manera, puedo mirar atrás con una sonrisa, sintiendo que es bonito confiar.
Elijo escribir mi historia en positivo, sin reproches, enfatizando lo bueno que permanece y el aprendizaje que trae aquello de lo que me desprendo. Los relatos en positivo siempre traen una parte de agradecimiento.
Me nace una sensación profunda de gratitud. Repaso mis 50 años y agradezco a la vida muchas cosas: cada momento, cada persona, cada experiencia. Aquello que me dolió y me hizo aprender y conectar con mi fuerza interior y también todo lo suave, amable y placentero. Soy consciente de lo afortunada que soy.
Quiero dar las gracias muy especialmente a todas las personas que, de alguna manera, formáis parte de mi vida por esa huella que dejáis en mí. No importa si hemos pasado mucho o poco tiempo juntos; si hemos reído o llorado; si hemos compartido más o menos. Cada persona, cada interacción, cada experiencia, deja huella.
No puedo despedirme sin una petición especial, un regalo de cumpleaños que me hace mucha ilusión. Algo que hagamos juntos y que nos vincule para siempre: cambiar vidas. Os invito a que juntos dejemos huella en muchos niños y sus familias apoyando a la fundación Acción por la Música. Aquí os dejo un enlace para que podáis leer un poco más: https://regalopaula.accionporlamusica.es/
Muchas gracias por leerme, por acompañarme y por ser parte de mi vida.